Por María Tómmerbakk
Publicado el 27-06-2016
Publicado el 27-06-2016
El Parque
Calderón está rodeado por edificaciones particulares de estilo historicista a
más de dos templos: la Catedral Vieja de época colonial con remodelaciones
neoclásicas y la Catedral Nueva creada con una fusión acertada de elementos neorománicos
y neogóticos. El resultado es un entorno armonioso y coherente, a excepción de
los inmuebles pertenecientes a la autoridad civil que visualizan la ruptura con
la tradición arquitectónica a mediados del siglo XX; pero, ¿por qué se
permitieron cambios tan drásticos en el corazón de la Ciudad?
En las actas
del Concejo Cantonal del año 1951 se registró el proceso previo a la
destrucción de la antigua cárcel, edificio colonial que estaba situado al frente
del Parque Central, ante la solicitud de usar ese sitio para la construcción
del Banco Provincial de Fomento.
Frente a esta
difícil decisión que debía tomar el Concejo, el Alcalde expresó:
En primer lugar creo Sres [sic]
concejales que es un asunto bastante delicado y nosotros debemos en todo caso
auscultar la opinión de la ciudadanía, la prensa, la radio, instituciones
culturales, etc. Ustedes saben que en ese local antiguo en que funciona la
cárcel, funcionó la primera Casa Constitucional, por otra parte hay el recuerdo
histórico de que a ella llegó Simón Bolívar. Muchas personas que vienen de
afuera celebran esa casa, lamentan su estado de deterioro y piden no modificar
ese edificio…[1]
La cita
evidencia que existía una especial apreciación por el valor histórico del
inmueble. El Alcalde convocó a una sesión ampliada con representantes de grupos
e instituciones relevantes como la Universidad, el Centro de Estudios
Históricos y Geográficos y el Consejo Provincial; sin embargo, por la
diversidad de criterios se optó por generar una comisión que estudiara el tema
a profundidad mientras radio “La Voz del Tomebamba” se encargaba de descifrar
la voluntad de la ciudadanía por medio de una encuesta.
Los resultados
de la comisión señalaron que los actos históricos mencionados no se habían dado
en esa casa, situación que sumada al estado ruinoso del edificio evidenciaba la
pertinencia de su demolición. Radio “La Voz del Tomebamba” concluyó que la
mayoría de ciudadanos estaban a favor de botar el inmueble. Pocos meses más
tarde se aprobó la línea de fábrica, no solo del Banco de Fomento, sino también
del Palacio Municipal.
Esta decisión,
tomada a base de los criterios de los cuencanos consultados en ese momento,
afectó para siempre la lectura visual del corazón de la Ciudad aunque –curioso e
irónico– ese mismo año, en la sesión solemne por las fiestas de Independencia,
el Presidente de la República entregó un cheque de 20.000 sucres al Alcalde
para que “…contratara un arquitecto, de preferencia español a fin de que se
preservaran las condiciones arquitectónicas típicas de la ciudad”.[2]
[2] Ibid., L. 34,
f. 204 (1951).
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Banco de Fomento que sustituyó la antigua cárcel, fotografía de Andrés Sánchez, junio de 2016. |
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