Texto y fotografía de Cristian Matovelle
Publicado el 16-06-2016
Desde muchas visiones la vocación de
este lugar es comercial; me encanta imaginarme que así fue desde los remotos
tiempos precolombinos cuando el significado del intercambio de productos tenía un
sentido distinto al considerado en la actualidad como un mero acto comercial; incluso,
con seguridad, la disposición física de los lugares destinados a tianguis[1] coincidió
con el alto simbolismo del entendimiento cosmogónico de nuestros ancestros para
el urbanismo.
Los cronistas entre otros muchos
detalles relatan sobre la persistencia e incremento permanente de actividad
comercial tanto en la Plaza como en las zonas aledañas desde la Colonial hasta
la República. La época contemporánea se muestra contrastada entre la alegre
presencia periódica de artesanías como las guitarras de San Bartolo y el
lúgubre aspecto de una infraestructura grisácea que evidencia su deterioro y
obsolescencia en uno de los lugares privilegiados de la Ciudad Patrimonio
Mundial que habitamos.
La Academia así como sectores privados
y la administración pública, con mucha preocupación por el avanzado deterioro
de la calidad de servicios que presta la Plaza y sus zonas contiguas, desde
mediados del siglo XX han realizado propuestas para su rehabilitación; sin
embargo, no ha existido la voluntad política para dar una solución definitiva a
este espacio, ¿acaso no merecemos un lugar amigable, a una cuadra de la Plaza
Central, para disfrutarlo?
Hace pocos días, la Universidad de
Cuenca presentó a la ciudadanía otro proyecto para intervenir en San Francisco y
devolverlo para el disfrute de la colectividad. La ciudadanía reclama mejorar de
manera urgente las condiciones físicas de ese espacio; ojalá se apruebe el
proyecto. Los ciudadanos debemos ejercer nuestro derecho a una ciudad saludable
y equitativa.
De esta necesidad de rehabilitar éste
espacio público, evidenciada desde hace más de medio siglo, solo quedan
proyectos archivados; ideas extremistas de la conservación del patrimonio
cultural que se oponen a todo o intereses particulares han obstaculizado su intervención.
San Francisco es un sitio donde es
evidente que para su intervención se requiere de un elevado sentido cívico para
devolverle calidad a la Plaza para que los ciudadanos descubramos aún más el
espíritu del lugar.
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